Hace unos días estaba hablando con alguien que no acostumbra ver películas o series. Le tuve que preguntar: ¿cómo evades la realidad, entonces? Lo dije medio en chiste, medio en serio. Creo que nuestra relación con el arte, sea en formato cine, seriado, literatura o el que sea, va más allá de un mero escape. Al final se trata de nuestra relación con las historias y esas son aguas más profundas.
Ponernos en otro lugar, en los zapatos de otra persona es una forma de enriquecer nuestra propia experiencia. No es solo salir un rato de la cotidianidad -que también se vale- sino experimentar otros escenarios, sentir desde la vivencia de alguien más, entender o al menos pensar en una situación que de otro modo no hubiésemos podido “vivir”.
Algunas veces es a demanda, como con la música: quieres escuchar algo alegre, o algo tranquilo, algo más melancólico. A veces lo único que necesitamos es una buena sesión de llanto. Si está costando lograrlo naturalmente, el arte es un artefacto facilitador de emociones, si te entregas y haces el sagrado pacto de ficción. Me cuesta entender una vida en la que no se confíe en el viaje de lo ficcional, en la que no te dejes llevar por algo diferente a tu realidad próxima.
He sido, he sufrido, he fantaseado, he amado y he odiado a cuenta de esos mundos “ficticios”. Imaginar y soñar son mis lazos más directamente atados con mi versión de niña, con mis rasgos más genuinos, despreocupados y espontáneos. Se trata de comprometerse con aquello que sabemos que no existe y en esa entrega despojarnos del peso rutinario, con suerte llegar a una versión más elevada, empática, interesante y creativa de nosotros.
Ayer escuché este podcast con Agustina Bazterrica, escritora argentina, que al preguntarle sobre la importancia de los libros dijo esto: “los libros te amplían la imaginación y necesitamos la imaginación para todo. Alguien imaginó este edificio en el que estamos ahora (...) no necesitas la imaginación solo para crear obras de arte”.
Y sí, creo que un buen propósito de vida es buscar cualquier excusa para imaginar y soñar más, porque la consecuencia inevitable de ese ejercicio constante es la materialización de cosas, la invención de proyectos, la construcción de una cajita de herramientas, incluso si es solo para poner a prueba las ideas más descabelladas, sin importar que resulten fallidas o exitosas.
Hacerse la película
Esta semana cambié de paisaje, me fui por trabajo a Guatapé, una localidad a hora y media de Medellín. El día estaba soleado y aunque el lugar está rodeado de montaña (incluída la gran Piedra del Peñol), tiene una represa y botes que navegan por ella todo el tiempo. En mi cabeza, estaba en la playa, me hice la película.
Ejercicio de imaginación básico y asistido por un contexto favorable. Para eso es la imaginación también, para hacer paréntesis existencial, para vivir fantasías, para recargarse. Es que se necesita imaginación para no enloquecer con tanto sinsentido y vertiginosidad mundial. La imaginación es un mecanismo de defensa, es una necesidad, a veces es un acto de rebeldía y de amor también.
Está la realidad y las películas que me estoy haciendo. Las que me hago casi sin querer y las que son completamente a propósito. Algunas veces para romantizar, otras para hacer catarsis, por aburrimiento, por exceso de energía o de tiempo libre, por nostalgia.
Estamos fragmentados, pienso constantemente en esas versiones propias, en todas ellas conviviendo en el interior de cada persona, las que salen a la superficie en días y situaciones específicas, las que usamos como recurso y las que actúan como muletillas. La contradicción de nuestras partes y cómo se complementan con cierta coherencia en medio de su desorden natural.
Esta semana salió mi versión de Sofía creadora de contenido en pauta por otra ciudad, la del 2014 yendo a un evento de Pepsi en Puerto La Cruz, también la periodista en cobertura de algún evento cultural caraqueño, la cronista de Medellín Versionada, la documentadora de cotidianidades en entrenamiento, la escritora de estas cartas. Emepeliculada, como siempre.
📺Una serie
Fleishman is in Trouble es una serie del 2022 que me vi en dos días. Un recordatorio de cómo todas las historias tienen más de una versión, las perspectivas de un mismo suceso, las relaciones amorosas y las conexiones humanas. La actuación de Claire Danes en el episodio 7 es simplemente demoledora.
🕵🏻♀️Un descubrimiento
Mi algoritmo favorito (aka Spotify) me regaló esta semana una canción de Berlioz. De ahí salté a su Instagram lleno de dibujos, animaciones y música. Su Bio dice: if Matisse made house music. Ok, Berlioz. Les dejo la canción y lo que le puso de caption: “escucha cuando no veas un camino a seguir, cuando la vida no tenga mucho sentido y estás buscando propósito… o escucha solo porque quieres relajarte”.
🖌️Una artista
Eleonora Marton es una autora e ilustradora italiana viviendo en Londres. Su serie A hole in the whole me pareció un ejercicio divertido de perspectiva y observación, registrando a través de palabras, figuras y colores dos partes de un mismo punto.
Gracias por llegar hasta aquí. Puedes apoyar mi contenido reenviando este correo, comentando o compartiendo un pedacito en tus redes sociales.
Nos leemos la próxima semana.
Un abrazo,
Sofí.