Como supongo que le pasa a todos los niños, a mí me costaba mucho pararme temprano para ir al colegio. Mi mamá encendía la luz de mi cuarto a las 5 de la mañana, me ponía las medias blancas y los mocasines negros mientras yo seguía dormida, con las sábanas en la cara, negada a abrir los ojos y levantarme.
Unos minutos después llegaba mi papá, que me cargaba como avioncito en sus brazos -haciendo simulación completa de aeronave- hasta el lavamanos, para que yo procediera a lavarme los dientes y la cara. Esa era la rutina de las mañanas hasta que me hice muy grande para la gracia.
Tengo un último recuerdo de ese ritual matutino en el que nos estamos riendo porque ya mis piernas eran muy largas y chocaban con todas las paredes en ese vuelo de mi cuarto al baño.
Mi papá, Lorenzo, tiene un talento para las historias, para convertir cualquier suceso mundano en una anécdota interesante. Siempre le ha gustado hacerme reír, hacer de payasito, con morisquetas y cariño. Escribiendo esta carta me vinieron una serie de imágenes que quiero relatar aprovechando que hoy se celebra el día del padre.
La primera que me viene a la cabeza es el rostro de mi papá con los ojos entrecerrados, una sonrisita y los hombros encogidos, por las cosquillas y los chistes que me está haciendo. Es una imagen infantil, amorosa y atenta.
También lo veo leyendo el periódico en todos lados, especialmente en la mesa del comedor y en una silla de playa. Una de mis cosas favoritas era acompañarlo los domingos a comprar el periódico y algo que hiciera falta para el desayuno. Con el record report en la radio y las ventanas del carro abajo. Creo que de ahí viene que me encanten los domingos.
En el bolsillo de sus camisas siempre había (hay) una hoja de papel blanco doblada y un bolígrafo enganchado. Siempre está garabateando algo, siempre cocinando una idea, siempre en un proceso creativo. Se puede abstraer con facilidad, concentrarse y dejar de escuchar lo que estamos hablando a su alrededor, en completo foco.
Cuando le llega una idea se pone eufórico y quiere compartirla, lo recuerdo haciéndole pitch de ideas a mi mamá en la cocina, subiendo el volumen por la emoción, sonriente, agitando las manos, con los ojos bien abiertos. Y ni con toda esa adrenalina se le salía nunca una grosería.
Mi papá me regaló mi primer ramo de flores, fue el primero que me sacó a bailar en una fiesta, el primero en dedicarme una canción. Es un romántico. Le escribió una canción a mi hermano recién nacido, se la cantaba a todo el mundo mientras lo bailaba en brazos.
Tiene frases por naturaleza, esas que siempre usa, que no pierden vigencia y ponen en evidencia su personalidad. Mis favoritas: “mi mejor carta de presentación son mi papá y mi mamá”, “en qué universidad te inscribes para ser buena gente”, “resolver el problema es lo interesante”, “el que es bueno, es bueno donde sea” (esta última es herencia de mi abuelo Gustavo).
Admiro la sensibilidad de mi papá hacia el arte, su memoria auditiva para diálogos, frases de película y bandas sonoras. Su atención a cómo es hilado un guión y se teje una historia. Su admiración por la música, el respeto que le provoca el talento.
Ayer lo llamé y le pedí un consejo, me habló de la perseverancia y la constancia. De no engancharme en los problemas sino en las soluciones, en cómo darle la vuelta: “Eso de pensar que siempre hay una vuelta para todo. Lo del optimismo llega, pero llega haciendo las cosas”.
Ayer me lo imaginé chiquito jugando con legos, haciendo sus primeros trabajos de arquitecto, de boy scout, patinando con mi tía Peri en medias sobre el piso lleno de talco como Holiday on ice, solo en la casa armando una enciclopedia, llorando en la cocina cuando mi abuelo les anunció que se irían de Caracas a Puerto La Cruz, de adolescente jugando tenis, sentado en el techo de una residencia en New Orleans escuchando jazz.
Sé que idealizamos a nuestros papás antes de darnos cuenta que son seres humanos, que cometen errores y están aprendiendo sobre la marcha, como todos. Pero tengo que aceptar también mi suerte y lo difícil que mi papá me pone no romantizarlo. Gracias Viejito, por la generosidad de convertir mis sueños también en tuyos. Por cada Sunday morning, cada acto de magia y por hacerme volar.
Siempre para unas birras y un pasticho.
Te ama,
tu Viejita.
Esta semana son cortesía de Lorenzo Álvarez
📚Un libro
🎶Un músico
🎬Una frase de película
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Nos leemos la próxima semana.
Un abrazo,
Sofí.
Que belleza❤️ disfruté mucho cada palabra