Esta semana me propuse -entregué a- escribirte esta carta sin tener una dirección definida. Empecé con las notas en el cuaderno, hurgando en las cotidianidades de estos días: lo visto, leído y escuchado. Todo eso que por la cercanía temporal, mi memoria es capaz de traer a la habitación sin mayores tensiones.
Presiono las teclas y me veo en una cueva. Aunque no pongo todas mis fichas en la volatilidad de la inspiración, claro que me ayuda tener una idea, una pista, algún elemento que destaque en el paisaje que me rodea, alguna señal de la luz más próxima que despeje y dé forma a lo que escribo.
Escucho la lluvia afuera, me distraigo con el calendario y te imagino a ti leyendo. Quiero saber lo que piensas, lo que esperabas al abrir esta carta. Me distraigo, me voy a otro lado, tomo un sorbo, procrastino mientras escribo, una parte de mí intenta superar la desorientación a punta de juntar palabras.
Reúno como puedo mis pedazos, dispersos por la adaptación a una nueva rutina, esta transición rara de abrir espacios en horarios diferentes. Volver a la presencialidad laboral total, llegar a casa y plantarme en otro espacio que no sea inmediatamente la cama; leer y escribir como mecanismo de defensa, ponerle un poco de resistencia a la ventaja que mantiene -por ahora- el horario de oficina.
Me encuentro con el Tiktok de una mujer española recitando el poema Silencio de Andrés Eloy Blanco:
Cuando tú te quedes muda,
cuando yo me quede ciego,
nos quedarán las manos
y el silencio.
Cuando tú te pongas vieja,
cuando yo me ponga viejo,
nos quedarán los adiós
y el silencio.
Cuando tú te quedes muerta,
cuando yo me quede muerto,
tendrán que enterrarnos juntos
y en silencio;
y cuando tú resucites,
cuando yo viva de nuevo,
nos volveremos a amar
en silencio.
Cuando todo se acabe
por siempre en el Universo,
será un silencio de amor
el silencio.
Y reflexiono sobre cómo mi memoria, en su continuo capricho, trae con facilidad nombres de películas, de series, directores, actrices y actores, canciones, escenas, bandas sonoras, premios. Pero poco de poesía.
El único poema que recité de memoria alguna vez fue La hilandera, del mencionado poeta cumanés. Fue por mi mamá. En la casa había una antología suya, la portada era azul cielo y ella amaba ese poema, también Píntame angelitos negros y el famoso Palabreo de la Loca Luz Caraballo.
Con el tiempo lo olvidé, recito algunas partes sueltas y desordenadas que quedaron en algún rincón (o varios) de mi cabeza, fragmentos de niñez, de la voz de mi mamá, de las tardes ordinarias en casa, de la primera vez que recuerdo haberme emocionado con un poema.
Me propongo memorizarlo de nuevo, también este que me encontré, para recitarlos en alguna ocasión improbable, para evocar un lugar y tiempo lejanos, para refugiarme en el silencio que sigue a la contundencia de ciertas palabras.
Me refugio también en la posibilidad de re-ordenarme, de juntarme como pueda, de confiar en los pedazos que calzan, sin importar que sean los clásicos o las novedades de viernes. O todos a la vez. Porque sí, al final siempre se integran como pueden.
Es hermosa la adaptabilidad después de la resistencia, el recordatorio de que -como la inspiración- todo lo que da sentido a nuestra existencia es volátil. Me voy moviendo a paso ligero, tomando lo que puedo de eso que casi puedo ver flotando en el aire, evaporándose.
📖Una lectura
El lobo estepario de Hermann Hesse es el libro que estoy leyendo, una recomendación insistente desde varios lugares y que ya voy entendiendo por qué. Voy apenas por la página 70, te dejo un pasaje:
“Vuelta al todo, anulación de la dolorosa individualidad, llegar a ser Dios quiere decir: haber ensanchado tanto el alma que pueda volver a comprender nuevamente al todo”.
🎶Una canción regalada
Antes que el algoritmo de Spotify, mis recomendaciones favoritas son las que me envían mis amigos, mientras más aleatoria sea la canción, mejor. Esta fue la perlita que me regalaron esta semana.
📜Un Prompt Mundano
Piensa en cuál es tu poema favorito, si no tienes uno busca en Google o tu biblioteca más cercana. Recítalo, si es a alguien más, mejor.
Gracias por llegar hasta aquí. Puedes apoyar mi contenido dando like, reenviando este correo, comentando o compartiendo un pedacito en tus redes sociales.
Nos leemos la próxima semana.
Un abrazo,
Sofí.