Cuando estaba en segundo año de bachillerato me pidieron leer en una clase un cuento sobre una adolescente embarazada. El texto -me imagino- era una especie de llamado a la castidad como forma de evitar el embarazo precoz. Me metí en el personaje y la lectura se convirtió rápidamente en una dramatización.
Me di cuenta muy intuitivamente de que podía mantener la atención de mis compañeros si cambiaba mi tono de voz, si agregaba una risita o un suspiro en momentos clave. Me fue tan bien que la profesora decidió llevarme a leer el cuento a otros salones. Cada vez me salía mejor, tenía más confianza y la improvisación se hacía más aguda con la práctica.
Esta semana recordé ese episodio porque decidí hacer el ejercicio de leerte esta carta en voz alta. Como usuaria de podcasts, disfruto escuchar la voz de otros que me cuentan cosas, prestar atención al tono con el que las dicen, las pausas, énfasis y esos gestos que se traducen en sonidos sutiles, esos que pueden perderse en un texto escrito.
Primero hablamos
En el mundo antiguo la oralidad era reina, antes de los libros, antes del acto íntimo de la lectura, antes de la gran biblioteca de Alejandría, existían los oradores, los recitadores. De allí debe venir ese impulso de leer en voz alta, incluso cuando se está en soledad, eso de escucharse la voz o proveer de sonido a nuestros propios pensamientos, con el objetivo de comprenderlos mejor.
Con el nacimiento de la escritura llegó un cambio: de recitar en voz alta a leer en silencio, de la oralidad compartida a la intimidad lectora. Poner un freno a la improvisación del performance para salvar esos relatos de la destrucción y el olvido, a través de los libros, de conservarlos en la palabra escrita.
Sobre esto, me encanta esta cita de El infinito en un junco, el ensayo de Irene Vallejo sobre la invención de los libros en el mundo antiguo:
“(...) escribo para que no se acaben los cuentos. Escribo porque no sé coser, ni hacer punto; nunca aprendí a bordar, pero me fascina la delicada urdimbre de las palabras. Cuento mis fantasías ovilladas con sueños y recuerdos. Me siento heredera de esas mujeres que desde siempre han tejido y destejido historias. Escribo para que no se rompa el viejo hilo de voz”.
Luego nos leímos
El jueves fui a una charla del escritor colombiano Santiago Gamboa. El evento fue parte de un nuevo formato presencial en el Parque Cultural Otraparte (Envigado, Antioquia -cerquita de casa-), donde invitaron, en este caso a un escritor, para que fuera bibliotecario por un día.
Te comparto esto que dijo: “Una sola vida es poca vida. La manera de multiplicar esa maravillosa sensación de vivir está en los libros, en el arte, en la cultura, en el cine, en la música, es una forma de multiplicarnos”.
📚Y te dejo también sus recomendaciones de escritoras latinoamericanas:
Selva Almada.
Guadalupe Nettel.
Dolores Reyes - Cometierra.
Fernanda Melchor - Temporada de huracanes.
Margarita García Robayo - Hasta que pase un huracán.
Piedad Bonnett - Qué hacer con estos pedazos.
📺 Una Serie
Ripley es la más reciente adaptación del personaje creado por la escritora Patricia Highsmith: Tom Ripley. Si te suena, es porque en 1999 Matt Damon y Jude Law protagonizaron una película también basada en este personaje literario (The Talented Mr. Ripley). Otra lectura recomendada de Santiago Gamboa en el género de novela negra.
📻 Una galería sonora
Wild Memory Radio es una colección de memorias sonoras cortitas, en las que artistas y creativos hablan sobre cómo recuerdan espacios físicos que han tenido un impacto en su trabajo. Esta es de un poeta describiendo una biblioteca que visitaba al salir de clases en su natal Jamaica. La imagen de esta biblioteca a orillas del mar (suspiro).
🎤 Una canción en vivo
Descubrir la música de NAFTA fue lo mejor que me pasó esta semana. Puro soul, hip hop y groove desde Argentina. Lo más cerca que he estado de una playa en meses, así se siente escucharlos.
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Nos leemos la próxima semana.
Un abrazo,
Sofí.