Viendo mi perfil en instagram me quedo pegada en una de las fotos. El post es un carrusel de imágenes con carteles que fotografié el año pasado en Venezuela.
La mayoría son de Lechería, dejan en evidencia mi fascinación por las cocadas y el pescado frito. Estos puestos de venta están a lo largo del boulevard que pasa por playa Lido, la Virgen del Valle y camino a El Morro.
Me quedo con la imagen de la arena metiéndose hasta la acera, y que a veces llega hasta la calle. Veo en la foto cómo la playa se abre paso, gana territorio y recuerdo esa sensación de las chanclas pisando la fina capa de arena sobre el cemento.
Siento la piel salada de solo pensarlo, el pelo húmedo con unas ondas perfectas que solo sabe hacer el agua de mar, la ropa emparamada porque me la puse sin que se me secara el traje de baño. Los hombros colorados y el sol cayendo.
Zapateo sobre la acera para sacudir las suelas antes de subirme al carro. Le doy un último vistazo al mar, me invade un cansancio emocionante, satisfacción, contentura serena.
No he podido sacarme esta imagen de la cabeza por estos días. Creo que es porque después de semanas muy agitadas -por decir algo-, que incluyeron mudanza y toda la logística que eso implica, por fin puedo sentarme en mi nuevo espacio, quedarme por horas contemplando mi nueva vista y jugar a poco a poco hacer este lugar más mío.
La imagen de la arena en la calle como un mensaje encriptado que me mandé hace un año. “Calma, estás aquí, todo y nada está pasando a la vez. Tú pausa, tú tranquila”.
Estos días también me han servido para replantearme mis tiempos, preguntarme en qué estoy enfocando mi atención y energía. Cómo estoy usando mis días y con cuánta presencia. Las preguntas de siempre, haciendo su tradicional aparición antes de fin de año.
Me doy cuenta que la distribución de mis insumos vitales se siente un poco desequilibrada, es normal a veces, pero decido hacerle frente con más conciencia, sincerándome de a poco. Qué quiero priorizar, cómo puedo hacerlo de una forma realista, compasiva también.
He decidido entonces que la frecuencia de estas cartas pase a ser quincenal, aunque no me cierro a que hayan semanas excepcionales en las que la premura de unas letras se imponga a la nueva rutina establecida.
Hay días en los que sentir la arena bajo los pies propone prisas de compartir, de escribir, de soltar ideas para sacudirnos juntos antes de regresar.
Y también hay días en los que solo queremos contemplar y dejar que la ropa se seque, regresar con brisas reposadas y agua clara. El mar no se puede apurar, casi nada se puede, la verdad. Y para qué, además.
✍🏼Un manifiesto
Alain de Botton es un escritor y filósofo, fundador de The School of life, una organización que busca darle otro enfoque a la educación. En general, me gustan los manifiestos porque condensan premisas que pueden ser muy potentes de una forma directa. Estas 8 reglas para vivir van muy al estilo de sus ensayos, descritos como “filosofía para todos los días”. Recorderis que nunca están de más.
🎶Una canción
El rap es un género musical que me pone en un mood bien específico. Tiene una energía muy particular, una agresividad sexy que empodera entre beats que se pueden bailar como si vas camino a ganar un campeonato de lo que sea. Hay algo en la música de Kendrick Lamar que siento poderosa y relevante, aunque carezca del contexto del que hablan muchos de sus temas, especialmente sobre la comunidad afroamericana en USA. Esta canción con SZA me pareció hermosa, más dulce y hasta romántica pero con la fuerza y el flow que lo caracteriza.
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Nos leemos pronto.
Un abrazo,
Sofí.